| En 1783 Goya trabaja en la realización de cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, acababa de ser admitido en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1780) y
empezaba a recibir encargos de religiosos (pinturas para San Francisco el Grande en 1781) Pero el hecho más importante de estos años es la aparición del primero de los mecenas que jalonarán su carrera. En 1783 realiza los retratos de la familia del infante don Luis. Es el despegue de la trayectoria de Goya como retratista, protegido y apreciado por las más importantes familias de la aristocracia madrileña.
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Parece ser que fue Ventura Rodríguez, quien llevó a Goya a conocer al Infante Don Luis, con el que al parecer mantuvo cordiales relaciones. En la pequeña corte del Infante el pintor gozó de sus primeros triunfos y éxitos, en los que debió jugar un papel importante María Teresa de Vallabriga, aragonesa como Goya. Fue invitado, junto con su mujer, a la corte de Arenas de San Pedro en 1783 y durante el tiempo que permaneció allí realizó varios retratos al matrimonio y a sus hijos.
Goya recuerda con agrado su estancia en Arenas, y conmovido cuenta por carta a su amigo Martín Zapater que " la Infanta le ha regalado para la Pepa una bata toda de plata y oro que bale treinta mil reales", o sus cacerías con el Infante: " he salido dos veces a cazar con su Alteza y tira muy bien y la última tarde me dijo sobre tirar a un conejo; este piamontés aún es más aficionado que yo".
Escribió su hijo: "El pinta en una sola sesión la cual, a veces, dura hasta diez horas pero jamas por la tarde; y para aumentar la impresión de un retrato, añade toques finales durante la noche bajo luz artificial."
En 1799 Goya alcanza el cenit de su carrera al ser nombrado primer pintor de cámara,
culminando el cuadro "La Familia de Carlos IV" y entre 1800 y 1801 realiza también varias obras para el valido Godoy entre ellas la Condesa de Chinchón hija mayor del infante don Luis, la más tierna de todos sus retratos de mujeres, en el cual el rostro infantil y la anchura frágil de los hombros se contrastan con el traje expansivo y hermosamente pintado.
Estos retratos son como un último adiós a las alegrías de la vida, porque poco después Goya se retiró y se aisló en su Quinta del Sordo en Madrid.
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