La contaminación lumínica en
Boadilla del Monte

 
 

A continuación se adjunta el modelo de la carta a rellenar y a enviar al Ayuntamiento de Boadilla del Monte para luchar contra la Contaminación Lumínica. ¡Colabora!

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Excelentísima Señora Alcaldesa de Boadilla del Monte:


A finales del siglo XX hemos alcanzado un nivel de progreso económico y social elevado a costa de la sobreexplotación de los recursos naturales. Por todas partes se han levantado voces en defensa de la naturaleza y contra los diferentes tipos de contaminación. En nuestra condición de observador del cielo nocturno, constatamos un nuevo tipo de alteración del medio ambiente: la contaminación luminosa producida por sistemas de iluminación nocturna poco eficaces.

La contaminación luminosa es, básicamente, luz dirigida al cielo desde sistemas de alumbrado que dejan escapar parte del flujo luminoso por encima de la línea del horizonte. El ejemplo más claro serían las farolas en forma de globo, que pierden el 50% de luz hacia el cielo. Otro ejemplo, serían las farolas inclinadas con transparente abombado, que dejan escapar por encima del horizonte de un 30 a un 40 por ciento de su flujo luminoso.

Esa luz que se pierde no cumple el objetivo para el cual fue instalada: la vía pública y el ciudadano o el automovilista. Por otra parte, esta luz supone un gasto energético añadido. Cálculos del Instituto Astrofísico de Canarias dan un 30 por ciento o más de energía desperdiciada a causa del deficiente apantallamiento de los sistemas de alumbrado público. Lo ideal es que el máximo porcentaje de energía consumida se aproveche para el fin al que fue destinada. Es preciso aumentar la eficiencia en el consumo energético.

Por otro lado, el cielo nocturno alterado por la presencia de luz inútilmente dirigida hacia arriba impide la contemplación de un espectáculo de incontestable belleza: el firmamento estrellado. Desde siempre, la humanidad ha mirado al cielo de noche y ante la magnitud del universo se ha planteado grandes interrogantes. La ciencia surgió de la contemplación del cielo nocturno. La filosofía, las matemáticas, la geometría, la astronomía, el sentido de lo religioso, etc. tienen, sin duda, su origen en la meditación profunda a que invita la contemplación de un cielo negro cuajado de estrellas.

El saber situarse en nuestra dimensión humana a través de la contemplación de la infinitud del universo es hoy en día un ejercicio más que saludable. Encontrar la propia perspectiva dentro del cosmos es también imprescindible. Quizás eso nos ayudaría a ser más humanos y más respetuosos con la condición humana. Por el contrario, la ausencia del cielo estrellado nos aplasta en la mediocridad de una existencia poco trascendental, en la cual los estímulos para meditar sobre nuestra condición y sobre nuestro destino vienen dados por largas veladas televisivas de contenido a menudo dudoso.

Las nuevas generaciones tienen derecho a contemplar el espectáculo nocturno que la humanidad había tenido al alcance hasta hace poquísimos años atrás. Es necesario preservar el valor de la belleza nocturna para las generaciones presentes y futuras. Hay que invitar a las nuevas generaciones a sentir el vértigo de la inmensidad y a sorprenderse de esta maravilla. Es necesario que las generaciones futuras sigan recibiendo el estímulo de descubrir la dimensión humana en un cosmos inabarcable.

La contaminación luminosa es una alteración que hasta ahora no ha provocado un estado de opinión, porque es muy nueva y poco detectable por parte de una ciudadanía que en las últimas décadas se ha convertido en urbana en nuestro mundo occidental y ha vuelto la espalda a algunos valores. Pero, sin duda, la contaminación luminosa será pronto un motivo de preocupación por parte de la Administración, los partidos políticos, los grupos ecologistas y el público en general.

No se trata de dejar nada ni a nadie a oscuras, ni de impedir la expansión urbana o la instalación de nuevas áreas industriales. No se trata de reducir la seguridad que proporciona una iluminación nocturna adecuada. Se trata, simplemente, de rentabilizar al máximo la energía y de consumirla con un criterio de eficiencia: se trata de racionalizar el consumo energético apantallando adecuadamente las farolas; se trata de regular las iluminaciones suntuarias y de usar en este caso proyectores hacia abajo si es posible; se trata de reducir la intensidad del alumbrado público a partir de ciertas horas de la noche en que la actividad ciudadana en la vía pública se reduce al mínimo, etc.

Se podrá argumentar en contra que de noche sobra energía eléctrica y que por esto se han construido últimamente centrales reversibles (central de Senet, por ejemplo, en el Pirineo de Lérida) que aprovechan los sobrantes nocturnos de las nucleares. Es cierto, pero la energía que consume el alumbrado público a altas horas de la noche también se paga. Por otro lado, el máximo consumo se da al anochecer, cuando no sobra nada en la red general.

La ciudad de Tárraga (Lérida) ha sido la primera en elaborar una ordenanza municipal para la protección del cielo nocturno y para ahorrar energía. Se calcula en unos quince millones de pesetas el ahorro en un año cuando todo el sistema de alumbrado cumpla los criterios de eficiencia para una ciudad de doce mil habitantes. ¿Por qué no seguir ese ejemplo en nuestra ciudad? Sin duda, en el siglo XXI, que está a la vuelta de la esquina, se tomarán muchas medidas de ese tipo, que vistas desde hoy se consideran avanzadas y progresistas. ¿Por qué no apuntarse al tren de la eficacia y del ejemplo? Tenemos que enseñar a las nuevas generaciones que sólo la moderación en el consumo permitirá a la humanidad el progreso hacia el bienestar en un planeta de recursos limitados.

El ayuntamiento de Bellpuig (Lérida) aprobó por unanimidad (el 16 de abril de 1998) una orden para proteger el cielo oscuro, por lo que se instalará, en adelante, alumbrado público acorde con esa disposición. La orden del ayuntamiento se hace extensiva a las instalaciones de empresas privadas. Las instalaciones existentes se irán modificando a medida que haya que repararlas con el tiempo.

Por todo eso, se sugiere que el consistorio municipal tome por su cuenta iniciativas para atajar la degradación del cielo nocturno en forma de contaminación luminosa. se sugiere que el municipio tome conciencia de esta problemática y haga una opción progresista para aprobar una ordenanza municipal tendente a la protección del cielo nocturno como bien cultural. Sería un motivo de orgullo si del Ayuntamiento de Boadilla del Monte surgiese una de las primeras iniciativas de ese tipo.

Muchas gracias.

 

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